jueves, 4 de noviembre de 2010

JEFES EN CRISIS


Que el título no le llame a engaño: lo que sigue no es una crítica a la clase empresarial en general (porque pagarían justos por pecadores) ni al inefable Díaz Ferrán en particular (porque, aunque legítima, resultaría ya algo reiterativa). Tampoco es una diatriba contra las técnicas de management al uso por parte de los mandos medios (total, nadie me iba a hacer caso). Me limitaré a hacer algunas sugerencias, que estimo útiles por lo poco que se practican, de cómo un jefe (no sé a usted, a mí vocablos como directivo, gerente o, aún peor, manager no me convencen, casi preferiría el venerable aunque peyorativo término de "capataz") debería afrontar cualquier crisis en relación con las personas en la órbita de su responsabilidad. Hablaré, claro está, del trabajo de oficina, que es en el que tengo una experiencia mayor, aunque supongo que la mayoría de mis ideas son extrapolables a otras actividades.



Es probable que, en la presente situación, un jefe goce de escaso margen de maniobra en cuestiones tales como salarios o promociones. Ahora bien, dispone de una amplia serie de acciones que, de ser llevadas a cabo con éxito, estoy seguro que las personas de su equipo agradecerán:



- Oréese. Tenga vida fuera de la oficina. Si usted es el primer workaholic de su equipo, olvídese de cualquier intento de mejora. Desengancharse de la toxicidad del pasilleo y otras drogas afines será duro, pero créame, merece la pena.



- Presérveles de la peor versión de usted mismo. Sin duda, una vez superado el paso anterior, será más sencillo. Sus colaboradores no necesitan escucharle constantemente hablar de sí mismo, especialmente si lo hace de forma elogiosa; es más, estoy por asegurarle que se les hará antipático. Tampoco es probable que soporten con estoicismo sus exabruptos o que sean inmunes a la tensión que lo embarga, en particular si no se esfuerza por transmitírsela atenuada. Quizás no se lo digan, pero a nadie (mentalmente sano, se entiende) le gusta que le llamen a su casa a horas intempestivas o en festivo si no hay necesidad (y casi nunca hay necesidad). Reserve su agresividad para otros menesteres. Seguro que hay alguien que sabrá apreciarla.



- Organícese. Y haga respetar una agenda sensata. Cosas como poder salir habitualmente a la hora teórica de salida del trabajo no tienen precio. Asegúrese de entender la diferencia entre punto y línea cuando solicite un "esfuerzo puntual". En caso contrario, puede que alguna vez se encuentre con una presentación formal (¡con gráficos y todo!) de uno de sus colaboradores donde se lo explique. Entonces será demasiado tarde (al menos si hemos de juzgar por mi caso cuando tuve que hacerlo con un antiguo jefe).



- Despréndase de las manzanas podridas cuanto antes. Ya sé que se supone que su labor es "sacar el máximo rendimiento" de su equipo de trabajo. Pero me temo que el máximo rendimiento que pueden dar algunas personas es cero (esto es, dejar la compañía). A menudo, las manzanas podridas son supervivientes natos que adulan, se apropian del trabajo de las personas válidas, se pasan muchas horas en la oficina... No obstante, felizmente para usted, descubrir su juego suele ser bastante fácil: no saben hacer el trabajo. Si los detecta a tiempo y se desprende de ellos se habrá ganado el respeto de los demás.



- No pretenda obtener de alguien algo que no pueda darle. No todos sirven para todo. Pero casi todos pueden realizar un trabajo útil. La finalidad fundamental de su trabajo debería ser saber cuál es y dónde encuentra mejor acomodo ese trabajo (dentro de su equipo o fuera del mismo). En particular, no se empecine en formar clones de sí mismo. Usted no es tan valioso. Y menos si consigue estar repetido.



- Evíteles reuniones injustificadas y otras pérdidas de tiempo. Sobre todo si el trabajo es de índole intelectual. Existen pocas cosas más destructivas que las constantes interrupciones del flujo de pensamiento.



- Prefiera siempre la Razón a la Idioticia (aunque venga de un superior jerárquico o de un cliente). Fomente la discusión racional argumentada. Además de mejorar el rendimiento, observará con sorpresa que aumenta el grado de relajación, la complicidad y (¡no va a creérselo!) el disfrute lúdico de los intercambios de opinión.



- Asuma sus errores como propios. Al fin y al cabo, usted es el responsable de los fracasos.



- Atribúyale el éxito a otros. ¿Qué le cuesta? ¿Tiene problemas de autoestima (si es varón, lea "micropene" en lugar de "autoestima")? No van a solucionarse ufanándose de sus logros (reales o no).



Por último, sería prudente que antes de emprender la tarea que le describo arriba, se buscara usted otro trabajo. No es probable que en su compañía le permitan actuar de escudo del personal a su cargo durante mucho tiempo, ya que podría cundir el ejemplo. Un antídoto que a veces resulta eficaz: apresúrese a atribuir el incremento de productividad de su equipo a la práctica de las ideas del Presidente, el Consejero Delegado o alguien lo más próximo que se pueda de la cúspide del escalafón. Suele haber algún documento corporativo lo suficientemente ambiguo para que pueda utilizarlo en tal sentido. Quizás eso le salve.



Si es usted responsable de Recursos Humanos y le llega esto... Tal vez no esté haciendo bien su trabajo. O quizás lo esté ejecutando demasiado bien.



Si es usted jefe y ha recibido esto de una persona que trabaja para usted, está de enhorabuena: al menos se le tiene por alguien con sentido del humor.



Si por ventura ha trabajado usted para mí alguna vez, o incluso ha sido empleado mío durante mi corto periplo empresarial, le ruego me perdone que (con frecuencia) no haya estado a la altura de las recomendaciones que enuncio aquí. Yo tampoco soy perfecto, ¡pero antes lo era aún menos!


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Nota.- Si le ha gustado, le agradecería que hiciera un donativo a los que más lo necesitan, que no son los bancos:http://www.eacnur.org/06_previa_donacion1.cfm?idSeccionMenu=3

2 comentarios:

  1. Conciso, brillante y certero. Ha inventariado vuesa merced a la perfección las bases del tétrico organigrama en el que se funda no sólo el mundo del trabajo, sino la vida toda bajo el actual sistema. Ahí es donde más se pone de manifiesto la diferencia entre el ser y el parecer. Ya desde el momento en que te hacen ir de “romano” todo es una lenta caída en picado hacia la ignominia. Y lo peor de todo es que nos dejamos jironazos de pellejazo en esa lucha por “el chocolate del loro” en el país con más bajos sueldos de Europa.
    Se pierde mucho dinero en simulacros. Tener a tanta gente, tantas horas, haciendo que trabaja es de lo más antieconómico.
    Y sobre el mando intermedio, decir que es el ácido que corroe la vida inteligente, tornándola inhumana.
    En fin, mesié, que es usted un Feijoo de la consultoría. Otro mundo es plausible.
    Abrazos.

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  2. Muchas gracias por tu comentario, Diego (aunque tus elogios sean algo hiperbólicos y del todo inmerecidos).

    Un fuerte abrazo.

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